VINTAGE­ sin postureo

Era una fiesta desde el corazón. Sólo los más cercanos.

Y entre todos ellos también estábamos nosotros. Para acompañarlos en un día especial.

Fue una celebración sencilla. Tan sencilla que consiguió emocionar a una atea convencida.  Muchas veces nos centramos en el envoltorio y nos olvidamos de lo que realmente importa: una madre feliz y emocionada celebrando la comunión de su hijo. Y eso se nota.

Era un pueblo gallego en el interior, del que poco importa el nombre. Uno más que ha visto cómo sus casas se iban vaciando y solo volvían a llenarse en las fiestas del pueblo y veranos. Ese pueblo por el que el tiempo parece detenido, igual que en un capítulo de “Cuéntame cómo pasó”.

Este era uno de esos días en los que el pueblo se llena. Una capilla pequeña. Sol abrasador, como sólo pasa en los días de fiesta. Un dúo para la sesión vermut. Todos los vecinos, y unos cuantos de fuera.

En el único bar del pueblo celebraron el banquete. Ese que abrió hace 50 años y nada ha cambiado desde entonces.

Revestimiento plástico con formas floreadas y geométricas en las pareces. Stand de venta de CD’s con los grandes éxitos y demás canciones del verano. La señora mayor que hace años se jubiló y sigue ayudando a su hija. Porque ese es el secreto para transportarte a tu infancia y a las fiestas de tu pueblo donde era tu abuela quien cocinaba durante días para toda la familia, en cantidades que llegarían para alimentar a 3 o 4 familias más en condiciones normales.

Olvídate. Nunca volverás a probar una carne asada como aquella, con sus patatas amarillas.

Entremeses, donde no puede faltar la empanada y la mortadela.

Regado por vino de la casa con gaseosa.

Así eran las fiestas en Galicia. Esas que según van faltando las abuelas son cada vez menos tradicionales, menos abundantes y nunca volverán a saber igual.

Una fiesta donde celebramos una Comunión, y todas las fiestas que un día empezaron a quedar pendientes. Porque nunca sabemos cuándo será esa última fiesta.

Un día deja de haber carne asada en la mesa. Y te das cuenta que no sabes la receta, que por muchas veces que hayas estado en esa cocina mientras ella cocinaba, no prestabas la atención necesaria, porque creías que para el siguiente domingo, las siguientes navidades, la siguiente fiesta en el pueblo… Ella seguiría cocinando.

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